lunes, 17 de diciembre de 2012

Un Mundo Feliz

En mi mundo, el mundo feliz, no existe el miedo.
Existe, sin embargo, todo lo demás.
Mi realidad subjetiva es amplia.
No carezco de continentes racionales, ni tampoco de aquellos completamente sentimentales.
Siento la misma rabia que gentileza.
La misma angustia que paz.
Y no tengo miedo de nada. Si algo he aprendido a costa de azotes es a no tener miedo.
A sufrir y a amar.
A aferrarse y a dejar ir.
Puedo morirme mañana o esta misma noche puedo ser víctima de la sombra que veo en la esquina de mi cuarto, pero ya no temo.
No le tengo miedo a nada, hace tiempo no lo recordaba, pero siempre lo supe. Lo he sabido desde niña.
Soy un soldado en mi mundo, soberana y esclava. Todo. Narcisista tal vez. Quinta reina, otro aprendizaje.
De eso se trata de ser reyes de nuestro mundo, aunque sea un mundo absurdo. El mio es feliz, inmesamente trágico y feliz. Atolondrado e intenso, como una criatura de la nueva era, de esas que viven sin miedo, de esas que yo inventé.

A veces extraño el sonido de su voz diciendo esas palabras particulares que me entibian en el alma. Me pregunto por qué dejó de decirlas... o si serán mis oídos los que fallan.
Y así como una herida mal cicatrizada que tarda tanto en regenerar una leve capa de tejido y que de un tirón se rompe y sangra, así se siente a ratos la ausencia de esas palabras.
No es que las necesite para llenar de aire mis pulmones, es que las extraño como se extrañan las vacaciones.
No quiero pensar que ya no retumban entre sus costillas, no quiero pensarlo porque supongo que en el fondo ya lo pienso.
No entiendo cómo todavía, no sé por qué se borraron esas letras de su vocablo.
No entiendo a veces porque las mismas, gritan tanto dentro mío.

A veces extraño el cosquilleo que me producían esas palabras, que de tanto extrañarlas ya las siento ajenas.
Y me alejo y se alejan, aunque no se lleven mi alegría.
Y las empiezo a olvidar... Aunque a veces las recuerde... pero ya no siento su voz diciéndolas, aunque lo escuche a diario llamarme por mi nombre.
Extraño tanto el bien que me hacían
Suenan como una canción borrosa y ensoñada... y pensar que las tuve tantas veces revoloteando en mis orejas y tantas veces estuvieron escurriéndose de tus labios.
Hace tanto no las oigo que siento que no me acompañan. Y sigo sola contigo al lado, repitiéndolas en silencio para no sentirme tonta. Llámame necia, yo te llamo mudo que me niega de esas palabras y su humilde compañía... :c



sábado, 10 de noviembre de 2012

Y cuando el mundo que conozco se desvanece en incertidumbre, como gota de pintura en una taza de agua.
Me queda esta sensación de compañía, de letras dibujadas susurrándome una canción de cuna. Que no estoy sola, que queda aire en mis pulmones.

Tengo a la tristeza en mi adn, no es un secreto para mis sinápsis.
Más mientras mis dedos sean capaces de golpetear estas teclas, sola no estaré jamás.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Soy la tristeza, la que no se acaba.
Soy el intento fallido del optimismo moderno, la antigua nostalgia, la clásica desolación.
Abandono a ratos las cuencas cansadas, los ojos vidriosos.
Intermitente y errática como lo son los defectos.
Soy la columna vertebral del obstáculo, la comodidad oscura.
El impulso nervioso al desarrollo supremo, la confusión de creencias. Cortocircuito y dos polos.

Incomprendida sensación, la tibieza de lo que pierdo.

miércoles, 10 de octubre de 2012


La cuidad se mueve sola.
Un movimiento consciente me arrastraría hasta ella y me haría parte de flujo azuloso y vibrante.
Aun puedo defenderme de tales abducciones y sentirme ajena.

Acá arriba mi vida es anacrónica.
No conozco nada de mí y aún así me habito.
Me fumo los cigarros que no me enferman, veo lo que mis ojos después no ven.

Cápsula tranquila, de fondo de océano muerto.

domingo, 7 de octubre de 2012

Son dos ojos grandes, forestales e incendiarios los que me hacen repetir las mismas palabras y silabas, que aturdida atino a decir.
Tardes oscuras y tibias, escondida en la firmeza de tus brazos. Si es así no temo el abismo y los golpes, al vacío que me enfrenta, al es que espanto con tus besos.
De no ser por ti estaría perdida, de no conocer tu voz mis oídos se hubieran atrofiado.
Respiro tranquila.
Exploto en deliciosas notas.
Reitero mis angustias, fantasmas que me rondan siempre, sin los cuales mi vida sería un riesgo.
Y caigo desnuda, herida y confusa. Me retiene tu mano de perderme en la locura, en la desolación de mis días, que por jóvenes que sean no escapan del grito de la humanidad entera, como si hubiera heredado la tristeza más desgarradora de todos quienes me han antecedido.
Desde mi debilidad tan odiada agradezco tu entereza, tus huesos íntegros, tu piel de sol, tu voz que me exorcisa, la felicidad que me envuelve cuando tus pasos marcan mi piso y tus dedos dibujan mi cara, te miro extasiada, no puedo mirarte de otra forma, eres milagro en mi tiempo de cólera, eres poesía en mis tiempos de ausencia.

EAAS

domingo, 23 de septiembre de 2012

Habitan tres voces, una se silencia despacio, encuentra su lugar en su inexistencia y su sobregirada utilización.
Se pierde en la explosión de un registro alto y adolorido, difuminándose en la sospecha de una ilusión.
Y muere llena de vida, el culmine de su última vibración ensordecedora.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Permuto

Y así como fluye el intelecto, cuando baja de lo etéreo y se vuelve carne; fluyen las conciencias animadas, distintas y tergiversadas.
Una idea nueva trae el viento, grita la ausencia de lo utópico y la filantropía de lo existente, de lo únicamente existente.
Te acompaño de la forma que puedo en un viaje de incontables, entrecruzados e ilusorios caminos.
Mi percepción se vuelve clara, veo arcoiris donde antes no los había, manchas de agua en el piso, bandas de electricidad cruzando el cielo.
Se encoge la anticipación de mi mirada.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Hojas

Sin darme cuenta estoy llena de hojas.
Papeles rayados a razón de mi pulso y puño.
Letras viejas, perplejas asoman en las esquinas de mis ojos.
Moribundas van perdiendo significado y resbalan desintegradas e inexistentes.
El abandono reciente de mis letras malogradas me dejaron entumecidos los motivos.
Y golpee mis dedos contra cosas infructuosas.
Me suspendí en ese estado, olvidé respirar, olvidé como latir, olvidé el envenenamiento lento y transparente de dejar los hábitos que me hacen vibrar.
Tengo un océano de cavilaciones y de hojas, cubriendo mis párpados y manos.
Quisiera irme con un último respiro terrestre a habitar desde ahora la desaforada emoción que embriaga los rincones de este espacio inmaterial e inmenso, letrado y leído, corroído y casual.
Terrible y alegre, como los sueños.