jueves, 8 de agosto de 2013

La belleza del arte que no poseo es precisamente esa, la libertad de que sea ajena y completamente inalcanzable. Resbalosa como un pez que se saca con la mano del rio, que cuando más cerca se sienta uno de tocar los bordes del arte mismo, de la incalculable magnitud de su deslumbre, se nos escape en menos de un pestañeo.

Esto, que parece sencillo a primera leída lo aprendí después de un proceso larguísimo. Proceso truculento, enrollado y viscoso como serpiente en el que me perdí como un turista que cierra los ojos, que los abre y observa tras su cámara y que sin darse cuenta, de un momento a otro, se pierde, se confunde y recorre errático las calles bajo el sol infernal y la gente ruidosa y transpirada que habla el idioma que se desconoce.

Padecía en esos años de la ilusión mediocre de los que se afiebran a muy temprana edad, los que perdieron la inocencia de forma gradual y tortuosa, con mucho tiempo para sentirse ansioso. Recuerdo las cosas como en tinieblas, como si hubieran sucedido en otro tiempo y lugar, un recuerdo fallido, titubeado, remezclado como el aliento de las madrugadas invernales.

Soy inmigrante del mundo, de la vida que se cuenta. Oídos que no oyen nada, como los míos que se atrofiaron en el cautiverio del egoísmo primitivo e impulsivo.

Sean mis pinceladas las primeras llamas que me calcinan, del primer hervor de mis líquidos humanos.
Sea esta la oración pagana, los versos que me allanen para el rescate arisco, para la batalla campal de mis costillas en contracción.

   Explosión sorda en el espacio.

martes, 16 de julio de 2013

¿Qué hacemos con los tristes, con los que no pertenecen a ninguna parte?
¿Qué hacemos con sus dos pasos de avance y los tres de retroceso?
¿Dónde guardamos las lágrimas fáciles?
¿Dónde escondemos sus llantos ahogados en la incertidumbre?


¿Qué hacemos con los tristes y su infortunada felicidad etérea?
¿Qué hacemos con los pobres tristes que no logran la realización de la que hablan los demás, a destajo, con la boca llena de optimismo?
¿Dónde los escondemos para que no los vea nadie? Para que sigamos fingiendo que somos la humanidad del cambio, la humanidad brillante.

¿Qué hacemos con los tristes, con lo que no logran mantenerse en pie?
Con los que no se dieron ni cuenta de lo que son.
Con los que se duermen llorando y despiertan haciendo promesas de cambio
   (multiplicar el ritual por 1000)


¿Qué hacemos con los tristes?
Si nacieron así, sangrando, sin la sonrisa idiota porque si y porque no.
Creadores filosóficos del universo con su cáos y destrucción.
    Antes de las flores.
    Antes de los colores.
    Antes de la comunión sagrada.

lunes, 27 de mayo de 2013

El reflejo, el intento, el ave surcando el cielo.
Las nubes, el temblor y su tiempo.
El disparate incierto.
El terrible asalto, la astilla en el cráneo.
Mi piel verdosa, el daño en el oído medio.
Lo que no se justifica ni rima.
Mi voluntad de pluma que se desintegra en el viento.
Mis ojos que arden desde el comienzo.
Crezco enorme desde donde empiezo y me pierdo, inmensa.
Y me pierdo, terrible.
Y me pierdo y no aparezco.

sábado, 23 de marzo de 2013

Y!

Existe todo un bosque reflejado en las pupilas de sus ojos.
Un universo aparte en su desierto soñador.
Infinito, invisible.

Una persona imperfecta, de sangre, piel y pulso.
Una atmósfera compleja, emociones y pensamiento astuto.

Lo admiro cuando mira sin mirar a ningún lado.
Cuando me presta la peca de su pecho.
Cuando sufre y ríe a mi lado.

Somos dos burbujas, volando despavoridas
acercándonos y alejándonos en el paisaje de las realidades distintas.
Y nos encontramos en un beso que nos aprieta las mejillas.
Cuando el mundo se configura amable
entre películas de alienígenas.

Y pertenecemos perfectamente
yo a tu bosque
tu a mis alturas.
Perdiz en medio de la nada
Lluvia de aceitunas.

martes, 19 de febrero de 2013

Mi nueva prisión es la locura.
El desencanto.
La palabra usada.
El sentimiento terrible.
Una huérfana.
El repaso antiguo de los antiguos guiones, todos ficticios y nocturnos. Todos antesala del mal sueño en la cabeza torpe, la cabeza llena de sangre.
El tiempo se ha invertido, ya no se agotan los minutos como agua evaporada en el desierto; aumentan ahora, se multiplican como los peces de las historias.
Macabro el calendario que suma días a mi condena.
Y mi prisión se vuelve anciana, los barrotes canos se disuelven. Y como en una pesadilla en donde se quiebran las piernas, no puedo escapar.