martes, 16 de julio de 2013

¿Qué hacemos con los tristes, con los que no pertenecen a ninguna parte?
¿Qué hacemos con sus dos pasos de avance y los tres de retroceso?
¿Dónde guardamos las lágrimas fáciles?
¿Dónde escondemos sus llantos ahogados en la incertidumbre?


¿Qué hacemos con los tristes y su infortunada felicidad etérea?
¿Qué hacemos con los pobres tristes que no logran la realización de la que hablan los demás, a destajo, con la boca llena de optimismo?
¿Dónde los escondemos para que no los vea nadie? Para que sigamos fingiendo que somos la humanidad del cambio, la humanidad brillante.

¿Qué hacemos con los tristes, con lo que no logran mantenerse en pie?
Con los que no se dieron ni cuenta de lo que son.
Con los que se duermen llorando y despiertan haciendo promesas de cambio
   (multiplicar el ritual por 1000)


¿Qué hacemos con los tristes?
Si nacieron así, sangrando, sin la sonrisa idiota porque si y porque no.
Creadores filosóficos del universo con su cáos y destrucción.
    Antes de las flores.
    Antes de los colores.
    Antes de la comunión sagrada.

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